Mi vida es un erial, flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja. DE: Gustavo Adolfo Bécquer CANDI
Podrá nublarse el sol eternamente; Podrá secarse en un instante el mar; Podrá romperse el eje de la tierra Como un débil cristal. ¡todo sucederá! Podrá la muerte Cubrirme con su fúnebre crespón; Pero jamás en mí podrá apagarse La llama de tu amor.
Alguna vez la encuentro por el mundo, y pasa junto a mí; y pasa sonriéndose, y yo digo: —¿Cómo puede reír? Luego asoma a mi labio otra sonrisa, -máscara del dolor, y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, como me río yo. Alguna vez la encuentro por el mundo, y pasa junto a mí; y pasa sonriéndose, y yo digo: —¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa, máscara del dolor, y entonces pienso: —Acaso ella se ríe, como me río yo.
Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró. Yo voy por un camino, ella por otro; pero al pensar en nuestro mútuo amor, yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?", y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?" Promedio: DE:Gustavo Adolfo Becquer
“ ¡ Paz, paz, paz ! Paz luminosa. Una vida de armonía. Sobre una tierra dichosa”. “ Paz sin fin, paz verdadera. Paz que al alba se levante y a la noche no se muera”.
Granada, calle de Elvira, donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas. Una vestida de verde, otra de malva, y la otra, un corselete escocés con cintas hasta la cola.
Las que van delante, garzas la que va detrás, paloma, abren por las alamedas muselinas misteriosas. ¡Ay, qué oscura está la Alhambra! ¿Adónde irán las manolas mientras sufren en la umbría el surtidor y la rosa?
¿Qué galanes las esperan? ¿Bajo qué mirto reposan? ¿Qué manos roban perfumes a sus dos flores redondas?
Nadie va con ellas, nadie; dos garzas y una paloma. Pero en el mundo hay galanes que se tapan con las hojas. La catedral ha dejado bronces que la brisa toma; El Genil duerme a sus bueyes y el Dauro a sus mariposas.
La noche viene cargada con sus colinas de sombra; una enseña los zapatos entre volantes de blonda; la mayor abre sus ojos y la menor los entorna.
¿Quién serán aquellas tres de alto pecho y larga cola? ¿Por qué agitan los pañuelos? ¿Adónde irán a estas horas? Granada, calle de Elvira, donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas. Fátima Selena.
Eras en aquel tiempo rubia y grande, sólida espuma ardiente y levantada Parecías un cuerpo desprendido de los centros del sol, abandonado por un golpe de mar en las arenas.
Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía la playa en tu contorno. A rutilantes vidrios de voz quedaban reducidos las algas, los moluscos y las piedras que el oleaje contra ti mandaba.
Todo era fuego, exhalación, latido de onda caliente en ti. Si era una mano la atrevida o los labios, ciegas ascuas, voladoras, silbaban por el aire. Tiempo abrasado, sueño consumido.
Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo. Rafael Alberti.
Mi vida es un erial:
ResponderEliminarMi vida es un erial,
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.
DE: Gustavo Adolfo Bécquer
CANDI
Gustavo Adolfo Bécquer
ResponderEliminarAmor eterno
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.
POESÍA DE GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
ResponderEliminarAlguna vez la encuentro por el mundo,
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose, y yo digo:
—¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
-máscara del dolor,
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe,
como me río yo.
Alguna vez la encuentro por el mundo,
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose, y yo digo:
—¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe,
como me río yo.
Asomaba a sus ojos una lágrima
ResponderEliminary a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mútuo amor,
yo digo aún: "¿Por qué callé aquel día?",
y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?"
Promedio:
DE:Gustavo Adolfo Becquer
Poema de la paz
ResponderEliminarDe Rafael Alberti:
“ ¡ Paz, paz, paz ! Paz luminosa.
Una vida de armonía.
Sobre una tierra dichosa”.
“ Paz sin fin, paz verdadera.
Paz que al alba se levante
y a la noche no se muera”.
GRANADA
EliminarGranada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.
Las que van delante, garzas
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?
¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?
Nadie va con ellas, nadie;
dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas.
La catedral ha dejado
bronces que la brisa toma;
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas.
La noche viene cargada
con sus colinas de sombra;
una enseña los zapatos
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos
y la menor los entorna.
¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan los pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?
Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Fátima Selena.
Retornos Del Amor Tal Como Era
ResponderEliminarEras en aquel tiempo rubia y grande,
sólida espuma ardiente y levantada
Parecías un cuerpo desprendido
de los centros del sol, abandonado
por un golpe de mar en las arenas.
Todo era fuego en aquel tiempo. Ardía
la playa en tu contorno. A rutilantes
vidrios de voz quedaban reducidos
las algas, los moluscos y las piedras
que el oleaje contra ti mandaba.
Todo era fuego, exhalación, latido
de onda caliente en ti. Si era una mano
la atrevida o los labios, ciegas ascuas,
voladoras, silbaban por el aire.
Tiempo abrasado, sueño consumido.
Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.
Rafael Alberti.
Poema de Gongora
EliminarAl tramontar del sol
Al tramontar del sol, la ninfa mía,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer hacía.
Ondearle el viento que corría
el oro fino con error galano,
cual verde hoja de álamo lozano
se mueve al rojo despuntar del día;
Mas luego que ciñó sus sienes bellas
de los varios despojos de su falda
-término puesto al oro y a la nieve-,
Juraré que lució más su guirnalda
con ser de flores, la otra ser de estrellas,
que la que ilustra el cielo en luces nueve.
Lloraba la niña
Eliminar(y tenia razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor. 4
Tan niña
que apenas, creo yo,
que tenia los años
que ha que la dejó
Llorando la ausencia
del galán traidor
la halla la Luna
y la deja el Sol,
Añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.
Gongora
Francisco de Quevedo
ResponderEliminarA Celestina
Yace en esta tierra fría,
Digna de toda crianza,
La vieja cuya alabanza
Tantas plumas merecía.
No quiso en el cielo entrar
A gozar de las estrellas,
Por no estar entre doncellas
Que no pudiese manchar.
Luis de Góngora
ResponderEliminarA NUESTRA SEÑORA DE ATOCHA, POR LA SALUD DEL REY DON FELIPE III
En vez, Señora, del cristal luciente,
Licores nabateos espirante,
Los faroles, ya luces de Levante,
Las banderas, ya sombras de Occidente.
Las fuerzas litorales, que a la frente
Eran de África gémino diamante,
Tanto disimulado al fin turbante
Con generosidad expulsó ardiente,
Votos de España son, que hoy os consagra
Sufragios de Filipo: a cuya vida
Aun los siglos del Fénix sean segundos.
Fiebre, pues, tantas veces repetida
Perdone al que es católica bisagra,
Para más gloria vuestra, de ambos mundos.
Francisco de Quevedo
ResponderEliminarA un hombre de gran nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un pez espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egipto,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
A UNA NARIZ
ResponderEliminarÉrase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.
Nuria R.M.
Francisco de Quevedo. Romance.
ResponderEliminar«A los moros por dinero;
a los cristianos de balde.»
¿Quién es ésta que lo cumple?
Dígasmelo tú, el romance.
Yo, con mi fe de bautismo,
tras ella bebo los aires;
por moro me tienen todas:
dinero quieren que gaste.
En lenguaje de mujeres,
que es diferente lenguaje,
de balde es dos veces dé,
cosa que no entendió nadie.
Todas me llaman Antón,
todas me cobran Azarque,
y son, al daca y al pido,
mis billetes Alcoranes.
El sombrero que les quito
se les antoja turbante,
y mi prosa, algarabía,
por más español que hable.
Sin duda, romance aleve,
que, por sólo el consonante,
a los pordioseros fieles
les diste alegrón tan grande.
Y aquella maldita hembra,
para burlar el linaje
de los Baldeses de paga,
tocó a barato una tarde.
Iuego que el romance oí,
me llamaba por las calles
cristianísimo, sin miedo
del rey de Francia y sus Pares.
¿Adónde están los cristianos
que gozan de aqueste lance?:
que en el reino de Toledo
los Pedros pagan por Tarfes.
Si la que lo prometiste
en esa cazuela yaces,
más gente harás, si te nombras,
que las banderas de Flandes.
Doña Urraca diz que fue
la del pregón detestable:
que cosa tan mal cumplida
no pudo ser de otras aves.